YO NO MATÉ A EMILY.

 

Cuando encontré a mi esposa Emily teniendo sexo con un idiota en nuestra propia cama, quise matarla, pero no lo hice.

Luego de doce años de matrimonio, algo se rompio en mi interior, y quebró mi cerebro.

El tocador está de mi lado, y la cama al otro lado de la habitación, pude sacar mi arma del cajón y reventar a ambos en ese momento antes de que alguno abriera su asquerosa boca siquiera para soltar una patética excusa de porqué debería perdonarlos, pero no lo hice. No soy un asesino.

En lugar de eso, dejé ir al hijo de puta y no he hablado con mi esposa desde entonces.

Unos días después, sonó el timbre de mi puerta, abrí y un oficial de la policía me hizo preguntas sobre Emily, simplemente le dije que no sabía nada.

Al parecer la madre denunció su desaparición, pues la llamó repetidas veces al celular, pero nunca logró comunicarse ni sabía de ella desde hacía tres días. Sinceramente no me interesa, cualquier cosa que le haya ocurrido a esa perra tramposa es poco.

Pasé las siguientes semanas entre interrogatorios y juicios. Parecía que no tenían ninguna duda de quién era el culpable. No me extraña, después de todo, sería muy conveniente para la policía cerrar el caso culpando a su ex-marido de asesinato.

La gente ve estos crímenes pasionales todos los días, pero afortunadamente no tenían pruebas suficientes para condenarme.

Todo este proceso fue aplastante para mí.
Pase meses tratando de convencer a la gente de que no asesiné al amor de mi vida, mientras miraba la obvia incredulidad en sus ojos.

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Ojalá la hubiera matado, habría sido mucho más sencillo para todos. Pero no lo hice. No importaba lo enfadado que estuviera, nunca podría hacerle eso a mi Emily.

Hoy, mientras escribo esto, ha pasado exactamente un año desde que la atrapé con las manos en la masa.

Extraño mucho a mi Emily, pero todo el mundo parece haberse olvidado de ella, menos yo, que todavía siento su presencia, aún está conmigo, puedo verla.

Algunas noches, puedo oírla llorar, como si me pidiera perdón por las cosas que me ha hecho, al menos así es como me gusta creerlo.
A veces grita, haciéndome saltar de mi cama con pánico.

Por lo general, al romperle un dedo o una costilla es suficiente para callarla.

A veces tiene ganas de resistirse y tengo que sacar el cuchillo.

¡Oh! el horror en sus ojos es magnífico, siempre ha sido frágil, así que no tengo que cortarla mucho antes de que se desmaye. Luego cambio la cinta adhesiva de su boca que ella mordió por una nueva, y vuelvo a mi acogedora cama.

¿Ven? ¡Les dije que yo no maté a Emily!

Pude haberle disparado en el momento en que entré a nuestra habitación, pero no lo hice.
Teniéndola cautiva en mi sótano como la perra que es, me aseguro que todos los días ella desee que lo hubiese hecho.

Créditos a su autor.

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