10 Historias de Terror Cortas para No Dormir Esta Noche

1. La Sombra en la Esquina

Carlos siempre había sido un hombre pragmático, poco dado a creer en lo sobrenatural. Pero desde que se mudó a su nuevo apartamento, comenzó a notar algo extraño. Cada noche, al apagar las luces, veía una sombra en la esquina de su habitación. Al principio pensó que se trataba de una ilusión óptica, algo causado por la luz de la luna filtrándose por la ventana. Pero la sombra era demasiado definida, demasiado… sólida.

Con el tiempo, Carlos se dio cuenta de que la sombra no siempre estaba en la misma posición. A veces parecía más cercana, otras veces más alta. Una noche, armado con valor, decidió acercarse a la esquina y encender la luz. Para su horror, la sombra se movió justo antes de que la luz la alcanzara, deslizándose como una figura oscura bajo su cama. Desde entonces, Carlos duerme con la luz encendida, pero la sombra sigue ahí, esperando el momento en que la oscuridad regrese.


2. El Susurro en el Viento

Alicia vivía en una pequeña casa al borde de un frondoso bosque. Todas las noches, cuando el viento comenzaba a soplar, escuchaba un suave susurro que parecía pronunciar su nombre. Al principio, pensó que era su imaginación o el sonido del viento jugando entre las hojas. Pero con el tiempo, el susurro se hizo más claro, más insistente.

Una noche, decidió seguir el sonido hasta el bosque. Caminó durante lo que parecieron horas, siempre guiada por el susurro que la llamaba. Finalmente, llegó a un claro donde encontró una antigua tumba, cubierta de musgo y casi olvidada por el tiempo. En la lápida apenas legible, leyó con horror su propio nombre. Alicia salió corriendo del bosque y nunca volvió a escuchar el susurro, pero desde ese día, se siente observada cada vez que el viento sopla.


3. La Casa de los Ojos

En un barrio tranquilo, había una casa que todos evitaban. Los vecinos decían que, si pasabas por allí de noche, sentirías una mirada pesada sobre ti. Cuando Marta se mudó al vecindario, no creyó en los rumores. Era solo una casa vieja, después de todo. Pero una noche, al regresar tarde del trabajo, decidió tomar un atajo que la llevó frente a la casa.

Al pasar por delante, sintió una extraña sensación, como si alguien la estuviera mirando. Miró hacia las ventanas de la casa y lo vio: dos sombras oscuras que parecían ojos, siguiendo cada uno de sus movimientos. Aterrorizada, Marta corrió a casa y decidió no volver a pasar por esa calle. Días después, la casa fue demolida, pero los obreros afirmaron que sentían la misma sensación de ser observados, incluso en las ruinas.


4. La Llamada a Medianoche

Roberto empezó a recibir llamadas extrañas a medianoche. El teléfono sonaba una vez, dos veces, y luego se cortaba. Al principio pensó que se trataba de bromas de mal gusto, pero las llamadas continuaron noche tras noche. Cada vez que descolgaba el teléfono, solo escuchaba un profundo silencio al otro lado de la línea.

Una noche, decidió no contestar y dejar que la llamada se prolongara. De repente, escuchó una voz susurrando su nombre desde el auricular, seguida de un ruido estático y perturbador. Roberto, aterrorizado, desconectó el teléfono y trató de olvidar lo sucedido. Sin embargo, al día siguiente encontró un mensaje escrito con sangre en su espejo: “Esta noche, estaré ahí”. Desde entonces, Roberto vive con el miedo constante de esa llamada que nunca quiere volver a recibir.


5. El Espejo Antiguo

Ana siempre había amado los objetos antiguos, y cuando encontró un espejo en una tienda de antigüedades, no pudo resistirse a comprarlo. El espejo era grande, con un marco dorado tallado en intrincados diseños. Sin embargo, desde el momento en que lo llevó a su casa, comenzaron a suceder cosas extrañas.

Cada vez que Ana se miraba en el espejo, veía una figura sombría detrás de ella, que desaparecía al girarse. Con el tiempo, la figura se hizo más clara: era una mujer con un vestido antiguo, que parecía observar a Ana con ojos vacíos y fríos. Una noche, la figura habló: «Ayúdame». Ana, aterrorizada, intentó deshacerse del espejo, pero cada vez que lo sacaba de la casa, reaparecía en su habitación al día siguiente. Finalmente, Ana se dio cuenta de que la mujer en el espejo quería cambiar de lugar con ella, y ahora, la figura que observa desde el otro lado del espejo es la suya propia.


6. La Niña del Parque

Luis solía correr todas las noches en el parque cercano a su casa. Era un lugar tranquilo, perfecto para despejar la mente. Una noche, mientras corría por un sendero apartado, vio a una niña jugando sola bajo la luz de un farol. La niña, de cabello oscuro y vestida con un viejo vestido blanco, parecía estar buscando algo en el suelo.

Luis se acercó, preocupado por encontrar a una niña sola a esas horas, pero cuando estaba a punto de hablarle, la niña desapareció ante sus ojos. Sorprendido, Luis volvió sobre sus pasos y preguntó a un guardia del parque si había visto a la niña. El guardia le contó que años atrás, una niña había desaparecido en el parque y nunca la encontraron. Desde entonces, dicen que su espíritu sigue buscando lo que perdió, y que quienes la ven están destinados a perderse también.


7. La Silla Mecedora

En la casa de la abuela de Laura había una vieja silla mecedora que siempre le había dado escalofríos. La abuela le decía que pertenecía a su bisabuela, quien solía sentarse en ella todas las noches. Lo extraño era que la silla se movía sola de vez en cuando, como si alguien invisible estuviera meciéndose.

Una noche, mientras Laura estaba sola en la casa, escuchó el familiar chirrido de la silla meciéndose. Bajó las escaleras para investigar y vio la silla balanceándose lentamente. De repente, escuchó una voz susurrando su nombre y vio una sombra sentada en la silla. La abuela le había contado que, según la leyenda familiar, cada vez que alguien en la familia iba a morir, la silla comenzaba a moverse por sí sola. Desde esa noche, Laura no ha podido dejar de preguntarse si la sombra en la silla la estaba esperando.


8. El Perro Negro

El barrio donde vivía Juan era tranquilo y pacífico, hasta que comenzó a ver a un perro negro que merodeaba por las calles. El perro era enorme, con ojos brillantes y una presencia inquietante. No ladraba ni se acercaba a la gente, solo observaba desde la distancia.

Los vecinos comenzaron a notar un patrón: cada vez que alguien veía al perro negro, alguien en el barrio fallecía poco después. Al principio, pensaban que era una coincidencia, pero el temor comenzó a crecer. Una noche, Juan vio al perro negro sentado frente a su puerta, mirándolo fijamente. A la mañana siguiente, recibió una llamada: un familiar cercano había fallecido en un accidente. Desde entonces, cada vez que alguien menciona al perro negro, todos en el barrio sienten un escalofrío de temor.


9. El Murmullo Bajo la Cama

Andrés tenía ocho años cuando comenzó a escuchar murmullos bajo su cama. Al principio pensó que eran sus padres hablando en la otra habitación, pero pronto se dio cuenta de que los murmullos solo se escuchaban cuando estaba solo en su habitación.

Una noche, decidió armarse de valor y mirar bajo la cama con una linterna. No vio nada, pero los murmullos se hicieron más fuertes, como si una multitud estuviera susurrando en su oído. Asustado, corrió a la cama de sus padres y les contó lo que había oído. Su padre, tratando de calmarlo, miró bajo la cama y no encontró nada. Sin embargo, esa misma noche, Andrés desapareció sin dejar rastro. Lo único que encontraron fue un pedazo de papel bajo su cama, con palabras escritas en una lengua que nadie pudo entender.

10. El Último Tren

María siempre tomaba el último tren de vuelta a casa después de trabajar tarde. Era un tren casi vacío, lo que le permitía relajarse después de un largo día. Una noche, notó que el tren no seguía su ruta habitual y los pasajeros que la rodeaban parecían extrañamente callados y pálidos.

María intentó preguntar a uno de ellos qué estaba pasando, pero no recibió respuesta. A medida que el tren avanzaba, notó que las estaciones por las que pasaban no eran familiares. De repente, el tren se detuvo en una estación abandonada. Los pasajeros comenzaron a levantarse y a caminar hacia la salida, sus movimientos eran lentos y casi mecánicos. María, aterrada, decidió quedarse en el tren, esperando que volviera a moverse. Sin embargo, cuando el tren finalmente lo hizo, María se dio cuenta de que estaba completamente sola. Desde esa noche, nunca más tomó el último tren, temerosa de volver a encontrarse con esos pasajeros que no parecían del todo humanos.