Lucifer: Alguna vez fue santo

Muchas son las historias que hablan acerca de aquel demonio llamado Lucifer, Príncipe en el infierno, temido por fieles cristianos durante siglos. Pero Lucifer alguna vez fue persona. Sin tener alguna conexión uno con el otro (o por lo menos no en ese momento), he aquí al verdadero Lucifer.

Lucifer Calaritanus (sí, el de la izquierda) fue un sacerdote en Cagliari, Sardinia (una de las islas más grandes del Mediterráneo y región autónoma de Italia) entre el año 353 y 370 D.C. Fue un hombre que se opuso totalmente al Arrianismo, enfocando todos sus escritos en contra de esta teología. Sobre su juventud se sabe poco, pero cuando entró a la escena eclesiástica dio varios dolores de cabeza.

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Se sabe que el Papa Liberio lo nombró mensajero y tuvo la misión de pedir a Constancio II una audiencia para defender a Atanasio de Alejandría en el Concilio de Milán, quien se había ordenado como diácono acompañando al obispo Alejandro de Alejandría al Concilio de Nicea I donde se dio el primer enfrentamiento teológico entre Arrianos y Cristianos por debatir la naturaleza de Jesús. Ahí, Lucifer más que ayudar a Atanasio, sólo empeoró las cosas, pues los argumentos que lanzaba estaban llenos de odio y contenido violento, lo que causó una nueva condena para Atanasio.

Constancio I fue quien permitió a los cristianos la libertad de reunión, pero cuando llegó al poder Constancio II confinó en el palacio a Lucifer debido a que éste emperador simpatizaba con la teología Arriana. Finalmente, Lucifer fue exiliado junto con Eusebio de Vercelli y Dionisio de Milán. Fue mandado a Siria, se movió a Palestina y después llegó a Tebas (Egipto). Desde ahí le escribió al Emperador Constantino II varios panfletos (como Ad Constantium Augustum pro sancto Athanasio libri) en los cuales le expresaba su descontento con el veredicto y que se consideraba preparado para sufrir el martirio de las consecuencias con tal de defender sus creencias.

Cuando murió Constancio II, Lucifer regresó a Sardinia bajo el reino de Juliano el Apóstata. Aún así no se reconcilió con los fundadores del Arrianismo y se entrometió en los asuntos que se discutían en Antoquía, mismos que provocaron la división del partido Católico. Se opuso a Melecio de Antoquía, quien aceptó el Credo de Nicea, y defendió sus creencias de forma agresiva delante de otros quienes habían aceptado también el credo. Lucifer se enfocó en apoyar el partido Eustaciano que se mostraba opuesto a los arrianos y así se prolongó el cisma entre Melecianos y Eustacianos.

Por el mismo tiempo se dio un Concilio en Alejandría donde Atanasio de Alejandría decretó que los Arrianos que se retractaran de su herejía serían perdonados y que los obispos que hayan tendo contacto con estos herejes debían de dejar de ser molestados. Pero para Lucifer eso era echarle más fuego al asunto, pues protestó por la resolución del Concilio y hasta anatematizó (maldito por hereje, situación más grave que excomulgar) a su antiguo amigo Eusebio de Vercelli quien hizo saber los decretos que surgieron en el Concilio.

Lucifer era muy apasionado a la hora de hacer sus propuestas, le trajo resultados negativos frente a la Iglesia, pero también atrajo a algunas personas. Así, se regresó a Sardinia, reflexionó sobre lo que pensaba y formó una pequeña secta llamada por Jerónimo de Estridión, “Luciferianos”. El objetivo de este grupo era que todos los obispos relacionados con el Arrianismo debían ser privados de su estado eclesiástico e, incluso, excomulgados. La visión de la secta era un pcoo ruda y algunos no estaban completamente de acuerdo con el ideal y lo que se proponía hacer con los obispos por lo que nombraron a Marcelino y Fausto para presentar una petición (conocida como “Libellus Precum”) ante el Emperador Teodosio en la cual le explicaban sus preocupaciones e imploraban por protección debido a que los Luciferianos eran considerados herejes y esto traía consecuencias. Por lo que el Emperador Teodosio prohibió que los persiguieran.

Pudo ser que Lucifer de Cagliari hubiera sido excomulgado por la Iglesia debido a todos los alborotos causados culminando con la formación de la secta por lo que su estado de “Santo” aún se encuentra en controversia, aunque hay una Iglesia en Sardinia dedicada a él.

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(Iglesia de San Lucifer, Cagliari)

El nacimiento del Luciferianismo

Si bien Lucifer de Cagliari era un ferviente defensor del catolicismo ortodoxo y cuyo movimiento Luciferiano terminó al principio del siglo siguiente, corrientes heterodoxas fundadas en ello continuaron, de las cuales sobresalen tres: El Luciferianismo Espiritual, el Luciferianismo Calaritanus (de Lucifer de Cagliari) y el Luciferiansimo Gnóstico. Del último se sabe que promueve el dualismo universal y se le ha asociado a imágenes de Lucifer (el demonio) pero entendido como quien “trae la luz” (que parte de su etimología). Aún cuando los masones indicaban que Lucifer era tomado como una figura de alumbramiento e invocaban a Prometeo quien quitó el fuego de los dioses para traerlo a los hombres, algunos católicos relacionaron a los masones y a éstas prácticas con adoraciones a Lucifer. Sin embargo, han habido seguidores del Luciferianismo desde la Edad Media aunque su ideología es completamente distinta a la de Lucifer de Cagliari.

Los católicos ortodoxos asociaron a Lucifer con Satán, a los Luciferianos con Satanistas (durante el siglo XIX), mas se conoce que en tiempos muy antiguos no era así debido a que había un obispo llamado Lucifer de Cagliari quien era ¡

ultra-ortodoxo! durante el siglo IV. Si se toma en cuenta que en Roma el nombre de Lucifer era bien visto debido a su relación con la diosa Venus y a sus significado como “Aquél que trae la luz”, Lucifer de Cagliari no era tan diabólico y tampoco los Luciferianos. ¿En qué momento a este obispo le salieron los cuernos y la cola?

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