Pacha es un termino que generalmente ha sido traducido como tierra, pero sus acepciones, tal como las encontramos en crónicas y diccionarios de lengua Quecha, es a la vez tiempo, mundo, espacio y sobre todo Universo. El término Pachamama, tantas veces traducido como madre tierra, tiene un sentido de madre universal, e identifica a una deidad femenina de la cultura andina cuya vigencia es pan- terráquea.
La pachamama es madre de los hombres, animales y plantas pero esta vinculada consistentemente con el lado izquierdo y femenino de la cosmovisión andina. El hilo conductor de su feminidad la vincula con las mujeres, animales hembras y plantas que sean consideradas femeninas. Pachamama interactua con ellas en dos roles pares: como madre – hija o como hermana – hermana. Estos roles establecen y guían la relación con la diosa proyectando las normas de comportamiento sociales hacia el plano sobrenatural.
Al igual que una madre comparte con su hija todas las tareas del hogar, Pachamama comparte las labores de las mujeres, las que al invocarla la llaman Pachamama awaqmasi, puskaqmasi, waykoqmasi, (Pachamama la que teje como yo, hila como yo, cocina como yo.) La diosa al ser invocada por los sacerdotes andinos a petición de una mujer le responde dirigiéndose a ella como Ñanay (Hermana) resaltado la intimidad que se da entre ella y los seres femeninos de esta tierra.
Pachamama habita en las entrañas de la tierra no estando circunscrita a ningun territorio especifico. Es propiciada constantemente en el momento de iniciar una comida o bebida mediante aspersiones de chicha o con pequeñas porciones de comida que se echan al suelo. Es susceptible y se resiente con quien la olvida. En la siembra se considera que es fecundada, fecundidad que aumenta con el riego y se “embaraza”. En su tiempo ella pare frutos para el bien y provecho de los hombres. Como madre que es cría a los hombres animales que habitan en su superficie a quienes alimenta con los frutos de su vientre y les permite construir sus viviendas. La chicha (bebida de maíz fermentado) es considerada la leche materna de la diosa que es dada a los hombres para nutrirlos y darles fuerza.
Ella sabe comer, beber y masticar coca como nosotros, por eso, siempre debemos compartir con ella la bebida y la comida cuando las ingerimos, echando al suelo pequeñas porciones.
En el mes de agosto y en el mes de febrero toma forma de mujer, “está viva” y en ese tiempo debe ofrecérsele ceremonias de propiciación o pagos. Cuando éstas se hacen oportunamente la Pachamama otorga a los hombres en reciprocidad casa, buena salud, cosechas abundantes y animales que se reproducen mucho.
La existencia de una deidad femenina tutelar que desempeña roles de mujer y madre es importante para comprender los conceptos de género en los Andes, donde los dioses no son sólo masculinos, sino que incluyen una entidad femenina tan poderosa como Pachamama. Este hecho permite reflejar un plano social donde es más fácil poseer valores de equilibrio jerárquico entre los géneros cuando ambos tienen deidades representativas propias.
La Pachamama diosa femenina del mundo Quechua se manifiesta a sus devotos especialmente a las mujeres con quienes se identifica.
Sus apariciones se dan en sueños bajo la forma de una mujer indígena, algunas veces joven otras mayor, en ellas se identifica bajo diferentes nombres: Placida ñusta, Juana puyka, Sumaq Pukara.
La Sra. Epifanía Samata, viuda, de 84 años, natural de Tinta, Quispicanchis, nos cuenta:
“La Pachamama es la madre que nos cuida y nos alimenta, en este mes de agosto se le hacen sus pagos y se le ofrecen los cultivos. Yo he visto a la Pachamama. Yo tenía 3 chacras en distintos sitios, había cosechado una de ellas y no alcancé a llegar a la otra. Cuando al día siguiente lo hice, mi marido me estaba esperando furioso porque le habían robado varias cargas de papas que teníamos en el granero.
Esa noche, dormí al lado de mi marido, preocupada por el robo, poniendo mi cabeza sobre mi bolsita de coca y unto. Repentinamente, vi por los aires venir una mujer con traje de Tinta, con la montera plana, era muy hermosa y su cintura era tan delgada que parecía que se iba a romper. Me preguntó:
- – ¿De qué estas llorando hija mía?
- Ay mamay, le contesté, nos han robado nuestra cosecha y como somos pobres no nos va a alcanzar el resto, tenemos muchas bocas que alimentar.
- No llores ñañay (hermana) yo voy a hacer que recuperes lo que has perdido. ¿Tienes algo para comer?.
- Sólo este unto y esta coca que estan en mi bolsita.
- Esta bien, dámelo.
- ¿Quién eres mamay?
- Soy Juana Puyka, dáme la coca.
Echó por el aire la coca y se fue con su cinturita que se iba a romper, entonces desperté. Vi el contenido de mi bolsita y estaba intacto, entonces reconocí que había sido la Pachamama y eché todo el contenido de la bolsa al fogón para que se quemara.
Al día siguiente cuando cosechamos la parcela que nos faltaba, sacamos el doble de lo que habíamos sacado el año anterior. La Pachamama se compadeció de nosotros y nos devolvió lo que nos habían robado, seguro porque somos pobres.
Ella es así, a todos nos cría sobre ella. Tiene huesos, tiene sangre. Le damos la semilla y como nosotras pare. Como nosotros, ella sabe comer y beber por eso no podemos hacerlo sin invitarle, También nos amamanta, con la chicha nos amamanta, porque es nuestra madre”
La Pachamama tiene especial preferencia por las mujeres a quienes se les aparece siempre bajo la forma de una mujer campesina. Su relación con los varones es más distante, con ellos no se identifica y difícilmente pueden reconocerla. No así con las mujeres con quienes siempre dialoga, y a quienes se rebela al final de su aparición.
Cuando uno ha sufrido un percance agrícola, u otro de importancia, o cuando uno quiere emprender una nueva obra o empresa, acude de inmediato a la Pachamama, deidad de corazón tierno y compasivo que siempre escucha su ruego y atiende sus petitorios. Por eso no puede olvidársela: en el mes de agosto, campesinos y no campesinos, le alcanzamos nuestros despachos y pagos para que nos sea propicia.
Al culto de Pachamama (madre universal), diosa tutelar pan andina se encuentran vinculados una serie de elementos que encarnan la feminidad, muchos de ellos vivos en las prácticas sagradas de hoy tal y conforme fueron documentados por los cronistas en épocas pre colombinas, por ejemplo, la simbología quechua extiende un enlace entre la Pachamama y las piedras emergentes, como la que existe en el complejo arqueológico de Q´enqo, a la que los campesinos dan el nombre de Nusta. Fray Martin de Murua en su Historia de los reyes incas del Perú (1590 /1946 t. II 278) dice: “Era cosa común en los indios adorar la tierra que llamaban Pachamama y Sumaq pacha, derramando en ella chicha, coca y otras cosas, para que les haga bien; en señal de lo cual ponían en medio de las chacras una piedra luenga, para desde allí invocar la virtud de la tierra y para que les guardase sus chacaras”.
El padre Bernabé Cobo en su Historia del nuevo mundo nos cuenta que: “Todos también adoraban a la tierra a la cual nombraban Pachamama, que quiere decir madre tierra y solían poner en medio de sus heredades y chacaras en honra de esta diosa y como ara una piedra luenga para hacerle allí oración e invocarla pidiéndole guardase y fertilizase sus chacras y cuando una heredad era más, tanto más era el respeto que le tenía“. Hoy se sigue utilizando la misma simbología y el término Nusta se aplica a las piedras emergentes y a la Pachamama a quien representan.
La Pachamama cuando es fecundada a través del riego y de la semilla que se pone en su vientre, “gesta” las plantas. En la época de cosecha las “pare” y pasan a poder de la mujer andina, su hija, del mismo modo que los niños pequeños pasan al cuidado de su hermanita mayor. La chicha es considerada como la “leche materna” de la Pachamama” proporcionada para fortalecer y criar a los seres humanos. Por eso, cuando se quiere adquirir leche materna con fines medicinales se ofrece en reciprocidad chicha para que la leche sea repuesta en el seno de quien la dio. La chicha es un elemento eminentemente femenino , no solamente porque su ardua preparación esta a cargo de las mujeres, sino también por su connotación simbólica asociada a Pachamama
En el simbolismo andino las virgenes católicas son asimiladas a la figura de pachamama, especialmente la Mamacha Belen (la virgen de belen) patrona del Cusco, a quien no se ve como la madre del Taytacha Temblores, sino como su pareja. En el santuario de qoyllurity en la gruta de la virgen se realiza el Pujllay , juego de propiciación para pedir diferentes cosas y es Pachamama la que “atiende a sus hijos pequeños en sus demandas” mostrándonos la identidad entre ambas figuras(Pachamama y la virgen María). Esta puede ser una de las razones por las que el culto de las vírgenes es muy difundido en el espacio Andino. Una vez más la cultura andina ha asimilado el aspecto externo de un elemento y ha mantenido en ella la esencia del elemento andino que quiere conservar en forma encubierta.
Una cultura como la andina, de más de cuatrocientos años de dominación por otra cultura de naturaleza intolerante, especialmente en el terreno religioso; aprende a revestir de conversión sus cultos y a buscar formas de la cultura dominante que puedan por su semejanza en forma o naturaleza encubrir las formas culturales propias, logrando así a través del disimulo mantener sus ritos más importantes y los credos sustanciales para su vida. Esa es una de las estrategias de supervivencia Andina cuyo éxito es indudable.