Una historia que quedó archivada en los anales del periodismo mexicano, fue la tragedia de Rosarito, niña de ocho años que se extravió en el tumulto del metro Tacubaya y que tendría que aplicar tales métodos de supervivencia que los periódicos la bautizarían como “La Niña Canibal de Tacubaya”.
De acuerdo con una nota publicada el 7 de septiembre de 1972 en el periódico Capital, Rosarito Sánchez Sierra, que en aquél año contaba con apenas ocho años de edad, viajaba en la línea 1 del Sistema de Transporte Colectivo con dirección a la colonia Jardín Balbuena, donde su progenitora prestaba servicios como ayudante de cocina.
Sin embargo, madre e hija no pudieron acudir juntas a su destino, ya que Rosarito se habría extraviado al separarse de su madre durante los tumultos registrados cotidianamente en la estación Tacubaya del Metro, tal como consta en el acta número 07-20790 del Ministerio Público.
Desde aquél día la señora Rosario Sierra Martínez, madre de la pequeña, habría sufrido grandes pesares por el extravío de su pequeña hija. Familiares y amigos cercanos se dieron a la búsqueda de la niña en apoyo a las autoridades del Departamento del Distrito Federal, pero nunca imaginaron lo que estaba sucediendo.
En la misma edición del ’72, el diario antes citado recogería una detallada crónica a dos páginas narrada por el uniformado que daría caza y captura a la peculiar infante:
“Descubrir qué había detrás de los casos reportados de cuerpos mutilados fue lo más difícil. Nunca nos imaginamos que se trataba de una niñita. Al principio todos pensamos que se trataba de perros, por el tipo de heridas presentadas por las tres víctimas que se sumaron en total durante dos semanas de terror. Si no nos hubieran referido tres testigos que una niña pequeña había matado al indigente para después comer parte de sus sesos y su pierna, nunca habríamos creído tal historia”.
En una reconstrucción de los hechos que un perito anónimo escribiría para una edición posterior, se aseguraba que de las tres víctimas que se achacaban a Rosarito, sólo dos habían sido asesinadas, siendo estas las dos últimas. Aquí recogemos parte de esta declaración:
“La víctima reportada por la policía Judicial presentaba mutilación y desprendimiento total del tobillo izquierdo. De acuerdo con la declaración de la niña Rosario Sánchez Sierra que con toda tranquilidad narró a los uniformados, ella se quedó atrapada al interior del metro después de permanecer varias horas escondida al interior de uno de los túneles, donde huyó tratando de evitar a la gente, a quienes creía culpables de que su madre la extraviara. Siendo bastante noche encontró en el mismo túnel a una vagabundo quien habiendo destapado una alcantarilla se infiltró en las instalaciones del Metro para pasar la noche, pero quien al calcular erróneamente la altura de fracturó gravemente el tobillo izquierdo. La víctima murió a consecuencia de sus heridas y de la falta de atención médica, y al mirar que las ratas mordisqueaban la carne fresca, la niña extrajo el pie del vagabundo que ya estaba escasamente unido al cuerpo debido a la fractura y a la intervención de los roedores”.
Asimismo, en la revista Ciudad Moderna, el entonces director del Instituto Universitario de Psiquiatría, doctor Miguel Ángel Uribe, explicaría que Rosarito presentaba cierto grado de demencia agresiva, la cual se manifestó como consecuencia del trauma emocional que representó saberse abandonada entre la multitud.
Rosarito se capturó la mañana de un 22 de septiembre en las inmediaciones de la estación Tacubaya del Metro. La Policía Judicial la capturó después de que testigos afirmaran haberla visto golpeando repetidamente con una piedra, la espinilla de un indigente muerto por traumatismo craneoencefálico con el fin aparente de querer separar la extremidad del cuerpo.
Debido a las condiciones particulares del caso, Rosarito no pisó la cárcel, sin embargo, pasó su vida recluida en el Instituto Mexicano de Investigación Psiquiátrica, en donde jamás presentó conductas violentas, a pesar de que se sospechó de ella por la extraña muerte de una enfermera, asesinato que jamás pudo ser esclarecido.
Rosarito fue continuamente visitada por su madre, hasta la muerte de la misma en 1997. Rosarito vivió muchos años más y murió tranquilamente en su cama del hospital en 2010. El caso fue totalmente olvidado por la ciudad y por ello no generó ningún impacto mediático.