POR UNAS MONEDAS

Juanito era un niño especial como los llamamos vulgarmente, su cuerpo era de hombre como cualquier otro, pero su mente y pensamiento eran los de un niño de ocho años y así sería siempre según los médicos , su madre lo cuidaba mucho, el la adoraba con una amor ciego, lo que su madre le dijera o mandara era palabra sagrada para Juanito.

Un día domingo que bajaron del barrio alto para ir a misa como cada ocho días, cuando iban llegando a la iglesia la madre cayó en cuenta que había olvidado el dinero para la ofrenda y para comprar unas cosas que necesitaba para la casa, le dijo al niño que volviera a casa corriendo, en la repisa de la sala estaba su cartera que la trajera pronto que había que darle plata al sacerdote para poder ir al cielo y no quedarse penando en este mundo después de la muerte , el niño como ella le decía aunque ya tenía 22 años corrió a casa como alma que persigue el diablo, cuando volvía a la misma velocidad, tres chicos más o menos por su misma edad se le interpusieron en el camino, arrebatandole la cartera, el chico en su desesperación los atacó y estos siempre viles lo apuñalaron dejandolo muerto, huyeron.

La madre en misa, un tanto preocupada pues su hijo nunca le desobedecia pensó que tal vez no había encontrado la cartera, más o menos a media misa se le acercó un chico y le dijo al oído.

-señora venga con migo, mataron a Juanito.

La madre corrió horrorizada en esos pocos minutos que subia por las calles entre pavimentadas y no, perdió sus zapatos y pensaba quien podía haber matado a su niño, si este no le hacía daño a nadie, cuando vio el tumulto y dos policías, sin mediar palabra se abalanzó y abrazo el cadáver de su hijo el cual estaba bañado en sangre.

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Se llevaron a cabo los trámites legales, la policía dijo que investigaria, se hizo el entierro correspondiente muchas persona acudieron el joven era conocido en el pueblo por ser muy acomedido para ayudar a las personas.

Cuando llegó la noche la madre sin poder dormir bien sintió el llanto de su hijo en la cocina, corrió haber que era, no había nadie, tampoco se oia más llanto, pero cuando volvía a su cuarto, volvía a escuchar ese llanto inconfundible de su hijo.

Todas las noches era igual, el chico se escuchaba llorar y ella lloraba con él por que no sabia que estaba pasando.

Una mañana que salía temprano a comprar el pan, se encontró a un joven muerto en la puerta de su casa, no tenía aparentemente ninguna señal de violencia, llamó de inmediato a la policia estos acudieron pronto, se sabía que este era un barrio muy calmado entonces cuándo algo pasa lo atendían con brevedad.

Al parecer según los médicos el chico de la puerta había muerto de susto y su corazón no aguanto aquello que vio.

Lo sucedió se comentó por varios días hasta que pasó como todo en esta vida, mientras la madre seguía sintiendo como su hijo lloraba noche tras noche, un mes más o menos después de que encontrará el muerto en su puerta, la madre encontró a otro chico muerto igual que el anterior, las pruebas médicas arrojaron el mismo dictamen que el otro, la policía se puso muy alerta esto no era normal y por que los iban a tirar a la misma puerta.

Un día especialmente soleado se presentó a la jefatura de policía un chico de 20 o 22 años, dijo que quería entregarse por el asesinato de Juanito, la policía le tomó declaración y efectivamente según sus palabras el había estado involucrado, entoces le preguntaron por que se entregaba, les contó que Juanito lo visitaba todas las noches ya había matado a sus dos amigos que participaron en el crimen, le pedía entregarse y contarle toda la verdad a la policía y a su madre que él no quería quedar penando en este mundo, para los policías esto fue algo salido de lo normal ya que no había manera de capturar y juzgar a un muerto.

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Mientras la madre fue citada a la jefatura de policía, allí el chico le contó la verdad y le pidió perdón por lo ocurrido, ella rompió en llanto y dijo que lo perdonaba, volvió a casa con un descanso en el alma, su hijo estaba en paz, pero esa noche como todas las otras lo sintió llorar.

Al siguiente día domingo, en su confesión le contó al sacerdote lo que le estaba pasando, él viejo sacerdote le aconsejó no ir donde lo sentía llorar, desde el lugar donde estuviera le hablara al momento de sentir el llanto y le dijera que no había problema que ya le habías dado la ofrenda al sacerdote y no tenía por que estar en pena en este mundo.

Así lo hizo en la noche lo escucho llorar, le dijo que lo amaba, ya no había ningún problema ella sabía que no tenía culpa por lo sucedido y los chicos que habían echo aquello, había que perdonarlos, Dios se encargaría de ellos y la ofrenda en la iglesia ya estaba saldada.

Sintió como se río como cuando ella le daba algún dulce, un viento la acaricio la cara y salió por la ventana, nunca más volvió a sentir el llanto de su hijo.

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