Los poderes de los chamanes

Los Chamanes y el vudú

Santeros cubanos, umbandistas brasileños, chamanes mexicanos, bokores haitianos, hechiceros africanos, y otros muchos hombres-brujo de origen africano o americano, poseen extraordinarios poderes paranormales que han sido estudiados por numerosos parapsicólogos. Clarividencia, predicción del futuro, curaciones milagrosas, levitación… son muchas las capacidades parapsíquicas atribuidas a tan enigmáticos personajes.

El bokor -mago negro en el culto vodú- realiza los dibujos sagrados (vévés) en la tierra invocando a los loas -dioses-. Mientras los tambores suenan atronadoramente alrededor de la tumba. Por fín, el brujo pronuncia el nombre de su víctima: «Clavius Narcise», y la tierra comienza a removerse frente la lápida. Primero asoman unos dedos de uñas quebradas por el esfuerzo de arañar la tierra, después una mano, y por fín dos brazos que separan la tierra para dejar paso a un cuerpo. El muerto está saliendo de la tumba siguiendo las mágicas órdenes del vudú. Otro infortunado ha sido víctima de la maldición zombi, una de las prácticas más estremecedoras de los brujos haitianos.

El Vodú o vudú haitiano es uno de los mejores ejemplos de las capacidades extraordinarias que poseen brujos, magos y hechiceros afro-americanos. Durante las ceremonias de vudú son los tambores y cánticos rituales, el alcohol y el baile frenéticos los que propician el estado alterado de conciencia en el que se generan todo tipo de fenómenos. Durante las posesiones de las hounsi (ayudantes del houngan o sacerdote vudú) los espíritus son capaces de conocer hasta los detalles más íntimos de la vida de los presentes. En otras ocasiones, siempre durante el trance, los «cabalgados» por los loa son capaces de bailar sobre vidrios rotos, morder brasas ardientes, etc.

Todo puede ocurrir durante un ritual vudú. Nosotros podíamos charlar tranquilamente con Bravo, uno de los loas del cementerio, mientras el houngan al que poseía bebía ron por la oreja y fumaba un cigarrillo por la nariz. Los esquemas occidentales sobre la percepción de la realidad no tienen mucho sentido en el abstracto mundo vudú, al igual que en otras manifestaciones de la religiosidad afro-americana, como la Santería, la macumba, o el Palo Monte.

La magia africana en el nuevo mundo

Llevábamos más de seis horas en el Terreiro (Templo) de Candomblé. Los «hijos de santo» eran poseídos por diferentes espiritus al ritmo frenético de los tambores, mientras la «Madre de Santo» era cabalgada por los más poderosos loas (dioses). Resultaba incomprensible que una mujer madura, de más de cien kilos de peso, pudiese bailar freneticamente durante tantas horas sin derramar una gota de sudor.

Pombayira, Ogún, y otros importantes dioses poseían alternativamente a la médium para trasmitir su mensaje, adoptando la «Madre de Santo» los atributos de cada loa a medida que era cabalgada. Así, al ser montada por la coqueta Pombayira (muller dos sete maridos) unos velos transparentes, una larga boquilla y una femenina actitud acompañaban a la «Madre de Santo». Al ser Ogún (el viejo guerrero africano) el loa que posee a la médium, ésta toma un gran cigarro puro y un afilado machete que blande frenéticamente en medio de los «Hijos de Santo», sorprendentemente sin llegar a herir a ninguno.

Por fín es Bolladero, espíritu de un antiguo gaucho argentino, el que cabalga a la «Madre de Santo». Un látigo y un sombrero de gaucho identifican al loa. En ese momento una mujer se acerca al centro de la sala asistida por dos «Hijos de Santo», no puede apoyar uno de sus pies en el suelo. Ha sufrido un accidente en una pierna y acude al terreiro para que los loas la curen. La médium se acerca y comienza a recitar extraños conjuros mientras impone sus manos en distinta partes del cuerpo de la mujer. Por fin se arrodilla y comienza a masajear la pierna herida. Cuando termina la mujer abandona la sala por su propio pie…

En el candomblé brasileño, al igual que en otros cultos americanos de origen africano, el creyente puede tratar cara a cara con la divinidad. A diferencia de las grandes religiones monoteístas, el devoto no trata con intermediarios ni representantes. Los mismísimos dioses, que poseen a los médiums, hablan personalmente con el creyente, atendiendo sus preguntas y peticiones. Por esa razón resulta tan comprensible para ellos que durante esas celebraciones de candomblé puedan obrarse todo tipo de prodigios. «No soy yo la que cura, son los loas».

La magia que llegó de la selva

De igual forma que la «Madre de santo» atribuía a los dioses del candomblé sus poderes, los houngan haitianos, santeros cubanos, o hechiceros africanos atribuyen a los orichas, lóas, ángeles o demonios de sus respectivos panteones religiosos, los prodigios paranormales que se producen en sus oscuros ritos mágicos.

Todas esas tradiciones: Palo Mayombe, Vodú, Santería, Macumba, etc, provienen de un mismo lugar: África, donde aún existen algunos brujos, hechiceros y médicos tradicionales capaces de obrar extraordinarios prodigios.

Uno de los ejemplos más espectaculares es el del brujo africano Nana Owaku. La única filmación en video de una levitación, al menos que yo conozca -y conservo en mi archivo-, fue realizada por el productor muniqués Rolf Olse hacia 1975. Dicha filmación, incluida en el documental Reise ins Jenseits (Viaje al Más Allá) presenta la levitación del chamán africano Nana Owaku efectuando el «rito de la ascensión», para invocar a los dioses del río en el Alto Volta.

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Para conseguir este prodígio el chamán permanece durante varias horas aislado y «en comunión con los espíritus de las aguas». Más tarde rompe una rama del árbol donde ha meditado, se acerca al poblado y traza un círculo. Se prepara un circulo de fuego donde ha indicado el brujo y, en el centro del mismo, el chamán comienza a alzarse lentamente a más de un metro de altura. Unos minutos después el brujo africano cae por tierra extenuado…

Según el explorador y aventurero de origen checoslovaco, aunque criado en el Congo Belga, Douchan Gersi, en Haití también existen «hombres voladores». Pertenecientes a una de las muchas sociedades secretas existentes en la isla, estos bokor y hounganes serían capaces de levitar, igual que Nana Owaku, o que otros místicos cristianos o budistas. Gersi afirma incluso que el presenció personalmente una levitación durante uno de sus viajes a Haití para estudiar el vodú.

Otros muchos brujos y hechiceros africanos manifiestan poderes, sino tan espectaculares (y polémicos), igual de incomprensibles. Médiums, adivinos y curanderos son educados desde su más tierna infancia para desarrollar sus capacidades paranormales innatas. Desde muy corta edad niños africanos de diferentes tribus han de someterse a duras iniciaciones, que a veces incluyen mutilaciones corporales (como el corte en el pene que los convierte en hombres de cara a la tribu), grandes periodos de tiempo en solitario y sin alimentos, pruebas de valor, etc. De esa manera los antes niños inocentes, se convierten en hombres adultos, preparados para internarse en el mundo de los espíritus, o para conocer los secretos más ocultos de la «Madre Selva».

El conocimiento que los «médicos tradicionales» tienen de las propiedades curativas de las raíces y plantas de la selva asombra a antropólogos y médicos occidentales (ver AÑO/CERO nº 42). De hecho, la carencia de fármacos que sufren los hospitales y centros de salud en África ha posibilitado que en muchas regiones hechiceros y médicos convencionales colaboren en sus respectivos tratamientos para tratar de sanar a los enfermos. Sin embargo esos extraordinarios conocimientos de la farmacopea de la selva no solo se limitan a aplicaciones terapéuticas. Algunos brujos utilizan determinadas sustancias alucinógenas para acceder al «mundo de los antepasados» o al «mundo de los espíritus», e incluso existen algunas tribus que mantienen la creencia de que, con determinados rituales y con determinada sustancias algunos brujos pueden transformarse en animales.

A la par que en África, en otras culturas del planeta se han mantenido siempre esas mismas creencias. En las selvas amazónicas, por ejemplo, existen tribus que todavía utilizan sustancias como la ayahuasca, el yopo o el peyote, en sus rituales mágicos, en los cuales se manifiestan las capacidades extrasensoriales del cerebro humano. Muchos antropólogos, e investigadores como Miguel Blanco, que se sometieron al ritual del yopo en la selva amazónica, protagonizaron experiencias de «viaje astral», sintiendo como su mente consciente abandonaba el cuerpo físico, identificándose con un animal-totem.

La clave puede encontrarse en algunas sustancias alucinógenas que chamanes y hechiceros indígenas utilizan magistralmente, y que les permiten, aparentemente, proyectar su conciencia fuera del cuerpo físico, identificándose con un animal simbólico o totem. Esas experiencias de «clarividencia viajera» o «viaje astral» (en las tradiciones asiáticas) ha sido experimentada repetidamente en los laboratorios de parapsicología. En otras palabras los hechiceros serían capaces de desarrollar una facultad paranormal que determinados alucinógenos se ocuparían de potenciar o despertar. El contexto supersticioso y tradicional de la cultura tribal se encargaría de aderezar esa poder PSI, natural e intrínseco al cerebro humano, con ingredientes religiosos y sobrenaturales.

Los sacrificios de animales durante los ritos de adivinación añadirán más emotividad y espectacularidad a prácticas de precognición o clarividencia que, según la parapsicología, son facultades naturales que no precisan tales apoyos para manifestarse.

Para autores como Kabire Fidaali, Lucy Mair o Ernesto de Martino (de los pocos estudiosos de los fenómenos PSI en las culturas primitivas), la adivinación del futuros a través de las vísceras de animales es un buen ejemplo. En este sentido Luci Mair destaca en su obra La brujería en los pueblos primitivos actuales como algunas tribus africanas como los zande utilizan dos animales sacrificados (pollos) en sus ritos de adivinación. Si el oráculos no obtiene la misma respuesta en los dos casos se considera que el resultado no es válido. Y lo sorprendente es que, según mi propia experiencia, a través de estas técnicas algunos adivinos obtienen informaciones verdaderamente incomprensibles.

Y la magia cruzó el océano…

Hugo Rosales no sabía que existíamos hasta el instante en que nos vió por primera vez. A través de unos familiares suyos habíamos conocido la existencia de este palero cubano de cuyos poderes extrasensoriales nos contaban maravillas. Las difíciles comunicaciones existentes en Cuba, la carencia de teléfono y la distancia que separaba nuestro alojamiento en Guanabo, de la vivienda de Hugo en Regla hicieron que nos presentásemos al día siguiente en su casa sin previo aviso. Era absolutamente imposible que Hugo Rosales pudiese conocer detalles de nuestra vida personal cuando salió a nuestro encuentro en su humilde vivienda de Regla. «Estaba a punto de dar de comer a la Nganga -nos dijo en cuando nos presentamos- pero me dijo que iba a tener visita, por eso salí a recibirles…».

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Hugo estaba a punto de sacrificar un gallo a la Nganga (el poderoso caldero que reune infinidad de componentes animales, vegetales y minerales, incluyendo restos humanos robados del cementerio, en la Regla de Palo Monte), pero afirmaba que había sido advertido «telepáticamente» de que estaban a pundo de llegar dos extranjeros para conocerlo, por lo que había pospuesto el sacrificio y había salido de la casa para esperarnos. Ciertamente lo encontramos fuera de su vivienda, pero dejándonos llevar por el típico escepticismo europeo supusimos que estaba intentando «apuntarse un punto» a favor de sus supuestas capacidades sobrenaturales.

Con toda cordialidad el palero nos invitó a su casa y, instantes después de acomodarnos, Hugo sufrió una especie de trance y, sin previo aviso, comenzó a relatar detalles íntimos de la vida personal de Miguel Blanco y de quién esto escribe. La primera frase que me dirigió supuso un mazazo a mi escepticismo apriorístico, «adivinado» detalles familiares que resultaba absolutamente imposible que pudiese conocer o deducir. Detalles que ni siquiera conocía Miguel Blanco, compañero de viaje y amigo personal.

Hugo Rosales, al igual que otros paleros, santeros o babalawos cubanos, exterioriza el origen de sus poderes extrasensoriales. Según explicaba: «Yo no tengo ningún poder, son los orichas los que me dicen las cosas, yo solo las transmito».

La Regla de Palo Monte (o Palo Mayombe) es uno de los cultos afrocubanos, como la Regla de Ocha o la Santería, originados en las creencias que se trageron los esclavos negros de Africa hace 400 años, y que se entremezclaban con el cristianismo que habían impuesto por la fuerza los colonizadores europeos. Pero de todos esos cultos quizás el Palo Monte haya permanecido menos influenciado por el sincretismo que tanto condicionó otros cultos como la Santería. Y tal vez por esa razón, por permanecer más fiel al las raices africanas, el Palo Mayombe es considerado como el eslabón más primitivo y «salvaje» de los cultos afrocubanos.

Los sacrificios, la sangre, la utilización de restos humanos, diferencia sustancialmente al palero del santero, quién manifiesta una mayor influencia católica en sus ritos, y también en la apariencia de sus poderes paranormales, ya que las visiones, percepciones extrasensoriales, clarividencias, etc que viven los santeros y las santeras, como Rosa Sánchez, veterana santera de Trinidad, se identifican más con visiones místicas y trascendentes.

Rosa Sánchez llamaba nuestra atención sobre el fenómeno que viven muchos seguidores de la santería afrocubana, quienes han acusado tanto el sincretismo religioso que han comenzado a olvidar a Changó, o a Oshún, rezando y atribuyendo los fenómenos que protagonizan a Santa Barbara, la Caridad del Cobre, etc. Fenómenos, a veces tan espectaculares como psicorragias y poltergeist, pero que a pesar de producirse en un contexto mágico afrocubano, son interpretados desde una óptica católica (ángeles, demonios, milagros) a causa del sincretismo.

Sin embargo, independientemente de la interpretaciòn subjetiva del protagonista, el fenómeno paranormal es exactamente el mismo que las «revelaciones» de la Nganga del palero, o los «viajes astrales» del brujo africano.

Pero de todos los personajes del mundo mágico afro-cubano, el considerado más elevado es el babalao. Los babalawos ya han trascendido la necesidad de sacrificios, sangre y ritos oscuros en sus ceremonias. Ungidos por Orula, el oricha de la adivinación, los babalaos utilizan diferentes sistemas mánticos para adivinar el pasado, presente o futuro del consultante. El sistema más conocido son los famosos buzios o caracolas, sin embargo existen otros sistemas más «sofisticados».

Esteban Valdés, babalao de Guanabacoa utiliza el Opkuoele, una especie de «rosario» hecho de conchas, huesos y piedras que es arrojado sobre una estela repetidas veces. Dependiendo de la forma en que caiga el Opkuoele así interpretará el babalao la profecía. Sin embargo, tal y como explicaba Esteban Valdés, en ocasiones las percepciones llegan solas incluso antes de interpretar los símbolos del Opkuoele o de los buzios. Estos, igual que el tarot, la bola de cristal, u otras máncias europeas, no son más que soportes que utiliza el adivino para manifestar una facultad intrínseca a su propia mente: una facultad parapsicológica de Percepción Extra-Sensorial.

La mente sobre la materia
Lo prodigios de los fakires hindús son conocidos en todo el mundo. Las sectas hinduistas y musulmanas de la India, como los adoradores de la diosa Kali, taladran sus cuerpos con cuchillos y agujas, o como en el caso de los chiítas flagelan sus espaldas autoprobocándose espectaculares hemorragias sin que parezcan sentir dolor.

Ese mismo fenómeno, de aparente insensibilidad al dolor, lo encontramos en otras muchas culturas. En África, al igual que en otros pueblos, como Filipinas, Japón, e incluso en España, existen «caminantes del fuego». En determinadas celebraciones algunos «elegidos» de los dioses (en el caso de España son los devotos de la Virgen de la Peña, en San Pedro Manrique -Soria) son capaces de hundir las plantas de los pies en las brasas de una hoguera y, literalmente, caminar sobre el fuego.

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En 1993 yo mismo realicé el experimento y, tras quemar una tonelada de leña siete occidentales sin ninguna preparación caminamos sobre las brasas sin quemarnos. El secreto está en la técnica. Una técnica que en los pueblos primitivos es heredada de padres a hijos, y de generación en generación de chamanes, para asombro y maravilla del resto de la tribu.

Y lo mismo ocurre con otros prodigios físicos que hemos podido presenciar en África o América.

En algunos rituales afro-cubanos de Palo Mayombe se practica el «baile de los cuchillos». Un palero en trance, al que previamente nosotros mismos habíamos vendado los ojos, se sumerje en un violento y frenético baile al ritmos trepidante de los tambores, golpeando su cuerpo con afilados cuchillos sin llegar a cortarse.

En Haití, por ejemplo, las hounsi poseídas por los loas pueden llegar a masticar vidrio, morder carbones encendidos, o revolcarse por las llamas sin llegar a dañarse. En todos los casos la mente manifiesta un absoluto control sobre el cuerpo.

Cuando las magias se encuentran

Carlos Castaneda es un hombre de pequeña estatura pero de carismática personalidad. Sus ojos rasgados y brillante denotan una gran perspicaz inteligencia, y la juvenil flexibilidad de sus movimientos contrasta con su edad. Su forma de hablar, cordial pero severa, y su patente sentido del humor, no encajan con la imagen circunspecta y distante que tenemos popularmente de los típicos brujos y chamanes americanos, pero es que Castañeda no es un típico brujo.

Este antropólogo saltó a la fama mundial al escribir un libro en el que relataba sus experiencias con un viejo brujo yaqui; Don Juan Matus, quién inició a Castaneda en la tradición de la brujería tolteca. Sin embargo otros brujos y chamanes mexicanos reprochan a Castañeda lo que ha descrito en sus libros, acusándolo de trabajar con «las fuerzas oscuras de la naturaleza». Castaneda ha protagonizado todo tipo de experiencias paranormales (incluyendo, según nos confesó, un avistamiento OVNI en compañía de Don Juan) pero sus vivencias van mucho más allá de los fenómenos enumerados en los tratados de parapsicología más modernos. Se trata, de ser ciertos sus relatos, de exploraciones en mundos y realidades paralelas a la nuestra que escapan a la comprensión de la parapsicología científica. Sin embargo las experiencias de otros brujos mexicanos si pueden sea abordadas desde un punto de vista parapsicológico.

Don Félix Morales Ceballos, por ejemplo, es uno de los chamanes mexicanos más conocidos dentro y fuera de su país. Nacido hace más de medio siglo en el humilde barrio de Santa Anita, en la localidad de Cuernavaca, fue educado en el seno de una sencilla familia de pobres recursos económicos. Desde niño manifestaba una gran energía, siendo un joven inquieto y travieso. Y fué precisamente durante una de sus correrías infantiles como descubrió sus poderes paranormales. Un amigo se lesionó seriamente y Don Félix se colocó a su lado, invocó a Dios y curó al niño utilizando solo su propia saliva. Desde entonces consagró su vida a la curación. Durante su entrevista, Don Félix nos mostró alguna documentación referida a algunas de sus más espectaculares curaciones, «incluso levantar a un enfermo de su silla de ruedas».

Este conocido chamán mexicano se considera heredero de una tradición mágica ancestral. «Cuando Hernán Cortés llegó a México -nos explicaba Don Félix- llevaba con él soldados, sacerdotes, etc. Pero cuando la reina de España le dijo que le enviaría algunos doctores, él dijo que no los necesitaba, porque en México había mejores doctores. La ciencia, por medio de la naturaleza estaba muy adelantada, y algunos sacerdotes, al ver que aquellos médicos de Moctezuma curaban al momento lo llamaron brujería. Hoy nosotros demostramos esos poderes de curación que nuestros ancestros ya conocían».

Sin embargo, y a pesar de utilizar sus poderes psíquicos de sanación con los cientos de enfermos que acuden a visitar su consulta en Cuernavaca, Don Félix utilizaba casi las mismas palabras que el palero cubano o la «Madre de Santo» brasileña: «Yo no soy el que cura, es Dios. Yo veo una gran luz blanca y entonces se que el enfermo se curará, pero es Dios quien lo hace, no yo».

Un conocimiento universal

A pesar de estar separados por miles de kilómetros y cientos de años, en el espacio y en el tiempo, los chamanes, brujos, hechiceros, médiums y curanderos de diferentes culturas presentan importantes paralelismos.

De la misma forma que los médiums espiritistas europeos, o los místicos cristianos, exteriorizan el origen de los fenómenos paranormales que viven, atribuyéndolos a entidades sobrenaturales (espíritus, ángeles, demonios, etc), los brujos y chamanes atribuyen a los loas, orichas, y demás dioses de sus respectivos panteones religiosos, los fenómenos paranormales que protagonizan en sus templos y rituales. Sin embargo tal vez habría que buscar el origen de tales fenómenos mucho más cerca; en la misma mente de esos insólitos personajes que viven en los límites de la realidad, y en los sorprendentes poderes psíquicos que pueden esconder esos cerebros…

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