Las Monjas

Esta es mi historia, hace 8 años iba en tercero de primaria, el colegio donde estudiaba es de monjas; decían que estaba embrujado porque a la fundadora del colegio la habían enterrado ahí y sobre su tumba había una lapida como una montaña de piedra. Allí se aparecía cada rato.
Mi jornada era 1:00 de la tarde a 6:00 de la tarde. Un día cualquiera, yo y tres amigos mas nos quedamos después de clases para jugar fútbol en la cancha del colegio, eran las 6:35 de la tarde, ya estaba oscuro. Por suerte había unas lámparas que alumbraban la cancha.
Cuando me di de cuenta de que ya era tarde, les dije a mis amigos que me tenia que ir a la casa. Había dos puertas por donde podíamos salir, una por arriba y otra abajo; mis tres amigos cogieron la de arriba porque quedaba más cerca de la cancha, en cambio yo quería salir por la puerta que estaba abajo, ya que me era más rápido llegar a mi casa. Bajé las escaleras, más adelante hay un parque infantil con columpios y sube y bajas. De pronto escuché el ruido de una rueda oxidada y pensé: «eso debe ser el viento moviendo los columpios ya oxidados».
Pero no era así. Cada vez se escuchaba más fuerte, me volteé y vi que los columpios y los sube y bajas estaban moviéndose como si hubiera personas en ellos, mas no había nadie. De la nada, todos los juegos que habían empezado a moverse se quedaron quietos y entonces aparecieron tres monjas sentadas en los columpios, dos vestidas de negro y una vestida de blanco. Las de negro estaban, una en la parte izquierda y la otra en la parte derecha de la monja vestida de blanco, no se les veía el rostro pues utilizaban una capucha. En cambio a la que vestía de blanco, sí se le podía ver la cara.
Eché a correr hasta salir del colegio, vi a mis amigos y los alcancé.
—Tony, ¿qué tienes?, ¿por qué estas así de pálido? —me preguntaron.
Yo les dije lo que había sucedido pero no me quisieron creer.
—Si es verdad vamos a ver —me retaron.
—Pues vamos —dije.
Me llené de valor porque iba acompañado, cuando estábamos cruzando el parque, no se movía nada, los juegos seguían como siempre.
—Tú sí eres mentiroso, nos hiciste volver para nada —apenas me habían reclamado cuando los juegos empezaron a moverse, sin ninguna explicación.
En unos segundos se quedó todo inmóvil de nuevo, y aparecieron las monjas ves tal y como la primera vez, sentadas en los columpios. Se levantaron pero no caminaban, sino que flotaban y la que estaba vestida de de blanco, nos dijo con una voz de demonio:
—¿Qué hacen ustedes aquí, a esta hora?
Nos quedamos en shock y después de unos segundos, echamos a correr cada uno para su casa. La mía quedaba un poco lejos y del miedo, no me di cuenta de cuanto me tardé en llegar. Solo me calmé cuando vi a mi madre en la esquina, esperándome.
—¿Por qué vienes a esta hora y por qué estas tan pálido?
No le contesté nada y entré a la casa. Al siguiente día no crucé por la puerta de abajo, si no por la de arriba. En el receso jugaba con mis amigos cuando entré corriendo a un salón de clases y me percaté de un retrato. La monja estaba en él. Llamé a mis amigos.
—¿No es esa la monja que nos salió ayer?
—Claro, es la misma.
Una profesora pasaba cerca de allí y le preguntamos que era la mujer del retrato. Ella nos dijo que se trataba de la fundadora del colegio, llamada Amalia. Al escuchar eso sentimos un escalofrío horrible y acordamos que era la ultima vez que nos quedábamos jugando fútbol hasta tan tarde.

 

Leer también:  El hombre sin cabeza

Deja un comentario