LAS BRUJAS DE SALEM

LAS BRUJAS DE SALEM

La historia de las brujas de Salem empieza en el invierno de 1692, cuando una de las hijas de Samuel Parrish, el nuevo reverendo, cae enferma. Sufre terribles convulsiones, tiene una alta fiebre y grita incoherencias. Nadie sabe qué le pasa, y la única explicación que se encuentra está en un libro, ‘Memorable Providences’, del reverendo Cotton Mather, que cuenta el caso de brujería de una lavandera en Boston con los mismos síntomas que la hija de Parrish.

Las hijas de Samuel Parrish, reverendo de Salem, enferman en el invierno de 1692 con síntomas que sólo se explican por ser «obra del diablo»
Poco después, más chicas jóvenes, y algunos chicos, enferman también en la localidad. Se quejan de que sienten como mordeduras y picaduras en la piel y también hablan en idiomas que nadie entiende y se retuercen en contorsiones que, a los ojos de los habitantes de Salem, parecen diabólicas. Para complicarlo todo más, Parrish tiene un esclavo, Tituba, que se trajo de Barbados, y que entretiene a las niñas con cuentos de vudú y leyendas de su tierra. Como los extraños síntomas de las chicas no consiguen sanarse, ni explicarse, se recurre a la única solución que les cabe en la cabeza a los próceres locales: todo aquello es obra del diablo. Entre ellos tiene que haber brujas escondidas.

¿El resultado? Entre junio y septiembre de 1692, catorce mujeres (con edades comprendidas entre cinco y casi 80 años), cinco hombres y dos perros fueron encontrados culpables de brujería y ahorcados por ella. La colonia se sumió en la histeria y la paranoia, con familiares delatando a sus propias esposas, madres e hijas y cientos de personas siendo acusadas, sin pruebas reales, de ser servidoras del diablo. Y en otoño, todo aquel revuelo cesó.

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