La tradición católica sitúa la Basílica de San Pedro sobre la tumba del primer obispo de Roma, el Apóstol San Pedro. La construcción del edificio sobre una basílica del siglo IV, la época del emperador Constantino el Grande, comenzó en 1506 por orden del Papa Julio II, sobrino de Sixto IV, y finalizó en 1626.
Julio II pidió a Miguel Ángel la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, construida por su antecesor. Aunque en un principio no quiso, terminó aceptando el encargo cuando consiguió del Papa libertad creativa.
Pero,¿de donde se sacó el dinero para financiar inmensa obra?
Veamos…
El 18 de Abril de 1506 el Papa Julio II colocaba la primera piedra de la que iba a ser la nueva Basílica de San Pedro (la actual) y con ello y sin saberlo, una consecuencia que no podía ni imaginar, la reforma protestante. Todos sabemos que las reformas suelen traer algún disgusto que otro, pero este, fue muy gordo.
La nueva Basílica de San Pedro necesitó de muchísimo dinero para ser lo que es hoy, el mayor templo cristiano del mundo. Como si se tratase de una obra actual en cualquier obra en España, el montante final no fue el acordado en el presupuesto inicial. Una cosa es dar un precio al inicio de la obra y otra es ver cuanto te has gastado realmente al final.
Julio II empezó tirando de los fondos vaticanos (ya hablaremos de donde salía parte de ese dinero) hasta que se murió. Al fallecer, el siguiente papa, León X tuvo que sentarse a echar cuentas porque los números no le cuadraban. ¿Como conseguir dinero sin perjudicar el nivel de vida del papado? Fácil, debió de pensar el papa León X, -”venderemos indulgencias”. Aunque no fue un invento suyo.
Pero hagamos un pequeño viaje en el tiempo.
Como he dicho antes, Julio II sacaba el dinero para la obra, de los fondos vaticanos, un dinero que en parte estaba ahí gracias a su antecesor, el papa Sixto IV. Este Papa y tío de Julio II, era conocido por la construcción de la Capilla Sixtina y del Puente Sixtino, el primer puente desde la antigüedad que cruzaba el Tíber y que permitía una mejor integración del Vaticano con el corazón de la antigua Roma. Aunque también fue un adelantado a su tiempo, ya que “legalizó” la prostitución en Roma. Bueno, si entendemos por legalizar imponerle a la actividad con un impuesto. Todas las prostitutas debían pagar un tributo para ejercer su profesión y visto que aquello reportaba buenos beneficios, decidió ampliar aquel impuesto a todos los miembros del clero que mantuvieran relaciones y a los miembros de la nobleza que quisieran echar una canita al aire con alguna joven doncella.
Pero Sixto IV no se quedó ahí. Todavía le quedaba otra obra maestra. Vender Indulgencias.
Es decir, si un fiel cometía un pecado, compraba una indulgencia papal y el pecado quedaba perdonado.
Pero no contento con eso, el mercadeo de las Indulgencias evolucionó respecto a las de otros Papas anteriores. Sixto IV encontró un filón al permitir a los vivos no solo comprarlas para si, sino para aquellos difuntos que no habían sido del todo “Católicos” y estaban en el purgatorio esperando al juicio.
Su sucesor, Julio II, el “Papa Guerrero”, era más que un líder de la Iglesia, es más, se le podía considerar casi un monarca. Le gustaba vestir con armadura y beber con sus soldados. Luchó contra los Borgia y sus aliados, contra Venecia y contra los franceses. De estas guerras recaudó un preciado botín que en buena parte fue destinado a financiar las obras arquitectónicas y contratar a los mejores artistas de la época. Además, y siguiendo los pasos de su tío, también obtuvo importantes ingresos de la prostitución pero añadiendole un plus, creó su propio burdel. Al parecer, Julio II era el que hacía los castings para contratar a “Los y Las profesionales”. En 1508, el día de Viernes Santo, no se permitió besar los pies del Papa por las ulceraciones que los cubrían, propias del sífilis. Murió de esta enfermedad probablemente por culpa de esos castings.
Volviendo al Papa León X, publicó una bula el 31 de marzo de 1515 solicitando los donativos de los fieles cristianos para la obra basilical. La escandalosa transacción de indulgencias por dinero fue el detonante para que Martín Lutero iniciara en 1517 una reforma eclesiástica que habría de escindir la comunidad cristiana. De nada sirvieron las condenas de las doctrinas luteranas hechas por el Papa ni la excomunión de su autor y de quienes las siguieron: la Reforma protestante no se pudo frenar.
León X condenó las tesis luteranas en 1520 mediante la bula Exsurge Domine, que Lutero quemó públicamente y, al no arrepentirse, el papa pronunció su excomunión y la de sus partidarios en 1521. Luego de la Reforma Protestante, la Iglesia puso un freno a los abusos. León X recuerda, con motivo de la condenación de Martín Lutero, la distinción entre la remisión de la pena temporal y el perdón de los pecados propiamente dichos.
Conclusión.
Parece ser que la iglesia se ha beneficiado de la fe de los fieles desde hace mucho tiempo.
Las indulgencias no son invento de ninguno de estos Papas, es más, la historia narra hechos en el siglo III. Y por lo que vemos, en época de estos Papas, los clérigos hacían “cositas” con las señoritas de la calle.
Por lo cual, y para terminar, hago copia del final de una canción de Mago de Oz del album, Gaia II.
Pobreza, obediencia y castidad
es siempre obligado cumplir,
a no ser que seas Papa o seas Rey,
Obispo, o del Opus Dei.
Haz lo que diga, no lo que haga yo.
Tenemos dinero, poder, sexo en nombre de Dios.
Siempre en nombre de Dios!!!
Vendemos bulas,
compramos tus sueños.
Matamos en nombre de Dios.
PD: Cuando visiteis la Basílica de San Pedro, recordad de donde salió parte del dinero para su construcción…