El parque abandonado

Era un día nublado, con muchas nubes negras en el cielo. Parecía que iba a llover. Marie y su pequeño hijo Jack de cinco años, salieron a dar un paseo después de salir del colegio. Era fin de semana y Marie no tenía que preocuparse por el trabajo. Toda la tarde la dedicaría a su hijo.
Al costado del parque que siempre visitaban ellos, había un parque que siempre estuvo abandonado. Estaba sucio, no habían plantas y había un ambiente tan tenebroso que a cualquier persona le causaba mucho pánico estar ahí. Pero Jack, como era un niño, no sentía temor y sin que su mamá se diera cuenta, se safó de su mano y saltó la cerca del parque abandonado. Marie apenas se dio cuenta, también saltó la cerca para hacer que Jack regrese.
Ella lo encontró sentado en un columpio mientras se balanceaba lentamente.
—¿Por qué viniste aquí? ¿Acaso no vamos siempre al parque de al lado que es mucho más bonito? Allá hay muchos niños con los que puedes jugar. No me gusta que estés solo aquí.
—No estoy solo, mami. El otro día conocí a un niño en el parque que siempre visitamos. Nadie quería jugar con él pero yo sí me le acerqué. Él se ha convertido en mi mejor amigo desde entonces.
—Entonces, vamos al parque porque posiblemente hoy también esté allí. Mira que es fin de semana y todas las mamás llevan a sus hijos hoy a jugar hasta antes de que oscurezca.
—Mamá, él me dijo que hoy vendría a este lugar para que juguemos solo nosotros dos. Él me ha dicho que quiere jugar conmigo por toda la porque se siente muy solo y yo soy el único que juega con él.
—Hijo, vamos al otro parque. Seguramente el niño se ha olvidado de lo que te dijo y te está esperando allí.
—No mamá, él está a mi costado. ¿quién crees que me está meciendo en el columpio?
—Hijo, te estás imaginando cosas. Vámonos ya —dijo la madre un poco alterada.
—No mamá, a mí me gusta jugar con él.
—Ya me colmaste la paciencia —entonces Marie agarró de la mano a su hijo y lo jaló fuertemente mientras se dirigía a su auto para irse a la casa.
Pero antes de brincar la cerca, se cayó un poste de luz encima de Marie y su hijo. Marie despertó al día siguiente en el hospital y le dijeron que es recuperaría por completo en una semana. Lamentablemente su hijo había muerto.
No pasa ni un día en que Marie deje de pensar en qué hubiera ocurrido si es que hubiese dejado a su hijo jugar con su amigo imaginario. Probablemente el poste no hubiese caído encima de ellos.
Cuando se recuperó, Marie se puso a llorar incontrolablemente. Decidió visitar los lugares que más le gustaban a su pequeño hijo. El último lugar que visitó fue el parque abandonado. Se sentó sobre una piedra mirando tristemente el último lugar en donde vio a su hijo jugar.
De pronto vio que el columpio comenzó a balancearse. Oh no, esto no está sucediendo —dijo Marie entre el susto y el llanto—. Entonces se acercó al columpio y vio una nota en la tierra. Entonces se acercó un poco más y vio la horrible nota:
«!Mamá! ¡Te quiero! ¡No dejes que me lleve! ¡Quiero volver contigo!»
Entonces Marie se puso histérica y empezó a gritar de dolor porque no podía hacer nada.
Entonces la nota que escribió su hijo se borró y en su lugar vio otra nota:
«Si no hubieses querido quitarme a mi amigo, no hubiese dejado caer ese poste. Ahora nadie podrá separarme de Jack.»
Marie no podía hacer nada. Se sentía tan impotente que salió corriendo a la carretera sin importarle nada… y una camioneta la arrolló.

Nunca juegues con los espíritus y mucho más aún… nunca los desafíes…

Autor: Aureliano Vargas

 

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