EL OJO DE CRISTAL

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La lección se interrumpió cuando se cayó un yeso y el profesor Smith se agachó para recogerlo.

Cuando el profesor se levantó, John vio los largos pelos en el tobillo del profesor.
John era un chico joven con una gran capacidad para observar los detalles.
«¿Está usted bien, profesor?«, preguntó el alumno y el profesor Smith respondió con torpeza, como si estuviera pensando en otra cosa, mientras le miraba con su ojo de cristal.

El profesor era un hombre alto y mayor, con el pelo corto y blanco, pero lo que más impresionó a John fue aquel ojo vidrioso.

Ese mismo día, de camino a casa, el chico sintió que le seguían. Se giró un par de veces y, al no ver a nadie, la sensación desapareció.

Al llegar a casa, John dejó su maletín en el umbral y se dirigió a la cocina. En la nevera había una nota: «Fuimos a la ópera. LA CENA ESTÁ EN LA NEVERA, LLAMA SI NECESITAS ALGO. MAMÁ Y PAPÁ».

John se sintió extraño, como si un fantasma le hubiera atravesado y volvió a sentir esa sensación del pasado, la de que alguien le observaba, que alguien le seguía.

Por un momento se quedó quieto, luego recogió su mochila, subió las escaleras e hizo los deberes. Sólo cuando terminó sus ejercicios de matemáticas, John encendió la televisión.
Cuando lo apagó, estaba oscuro, y se dirigió a la cocina, pero antes de que pudiera llegar, oyó ruidos procedentes del exterior. «¡Mapaches!», dijo. Cogió una escoba y fue a abrir la puerta. Fue entonces cuando lo vio: parecía un perro sobre sus patas traseras, enorme.

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John no podía creerlo y, al verlo de perfil, pensó que estaba soñando. Tal vez fueron los árboles los que crearon esa forma….

Así que cogió una piedra y se la lanzó al monstruo. Se volvió hacia Juan, que vio su cara: estaba cubierta de pelo largo y negro, con enormes dientes afilados y un ojo gigantesco y rojo como la sangre.

Se miraron durante unos segundos, luego John cerró la puerta y corrió a su habitación, cogió el teléfono y llamó a sus padres. Cuando llegaron, encontraron a Juan en estado de shock: con dificultad el chico contó lo que había pasado. Unos días más tarde, la policía informó del hallazgo de pelos largos, grandes huellas y marcas de garras en el jardín.

El inspector Slacks preguntó a John: «Chico, ¿sabes quién puede ser el monstruo?
«Profesor Smith», dijo John sin pensarlo.
«¿Y por qué?», continuó el inspector.
Juan no contestó.
Porque aquella noche, en el resplandor de la luna roja, había visto algo que brillaba en lugar del ojo izquierdo que falta en la cara del monstruo: el ojo de cristal.

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