Día de Muertos, una tradición llena de vida

Día de Muertos, una tradición llena de vida

Honrar a los muertos con todo el color de la vida. Así se vive el Día de Muertos, donde las ofrendas a los que ya partieron, destacan por el colorido de las flores, los dulces, el papel y la comida. Hagamos un viaje al origen de esta tradición.

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Esta celebración comienza el 1 de noviembre, el cual es dedicado a los niños difuntos; y el 2 de noviembre que se enfoca en los adultos y coincide con la celebración católica llamada Día de los Fieles Difuntos. Esta festividad ha sido nombrada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Sus orígenes se remontan a los indígenas de Mesoamérica, grupos como los Aztecas, Purepechas, Nahuas y Totonacas, quienes realizaban rituales para celebrar la vida de sus ancestros. Em la era prehispánica era común conservar los cráneos como si fueran trofeos y eran mostrados en las celebraciones para simbolizar la muerte y el renacimiento.

El festival que corresponde al Día de Muertos era el noveno mes del calendario solar azteca. muy cercano al inicio de agosto, celebrando el mes completo.  Las festividades eran precedidas por la diosa Mictecacihuatl, también conocida como la Diosa de la Muerte, y estaban dedicadas a los niños y parientes fallecidos. Al llegar los españoles, quienes estaban aterrados por los festejos paganos, movieron la fecha de estas festividades para noviembre y que coincidieran con el Día de Todos los Santos y Todas las Almas.

Estos días están llenos de coloridas costumbres, ya que se dice que el alma de los muertos regresa por lo que se crean altares en donde se colocan las ofrendas a los familiares disfuntos, ya sean sus platillos favoritos, dulces, fotografías, bebidas; sin olvidar las tradicionales flores de cempasúchil.

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Otro símbolo que acompaña a esta tradición son las calaveritas de dulce, las cuales tienen escrito el nombre del fallecido o incluso de personas que aún viven. También está el pan de muerto el cual contiene formas simulando huesos.

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Para acompañar esta celebración, no puede faltar el humor acerca de la muerte, el cual se refleja en las calaveritas literarias. Se dice que éstas surgieron en el siglo XIX siendo un epitafio burlesco. Las primeras calaveras fueron impresas en 1849 en el periódico “El Socialista” de Guadalajara.

Otro icono que no puede faltar es “La Catrina”, siendo la figura más importante desde su publicación en 1913. La versión original es un grabado en metal realizado por José Guadalupe Posada y cuyo nombre original es “Calavera Garbancera”. Era una crítica a los mexicanos del pueblo que eran pobres, pero que querían aparentar un estilo de vida europeo y por ello la calavera no lleva ropa, sólo el sombrero.

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Fue Diego Rivera quien la pintó por primera vez vestida en uno de sus murales llamado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” y la denominó “La Catrina”.

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En esta celebración no cabe la tristeza o la oscurodad del velo de la muerte, es una celebración a la vida de quienes ya no están con nosotros, recordándolos con lo que más les gustaba.

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