La misteriosa explosión de Wanggongchang
La dinastía Ming, que accedió al poder en 1368, fundó desde el reinado del emperador Yongle una serie de fábricas de armas en el entorno de Pekín y eran seis concretamente, una de las cuales, se llamaba Wanggongchang y se dedicaba a la manufactura de armamento variado, desde arcabuces con sus municiones de plomo a cohetes, pasando por arcos y flechas, armaduras individuales y, por supuesto, pólvora.
Se ubicaba en lo que hoy es Xicheng, un distrito del sur de la capital del país que se encuentra a tres kilómetros de la Ciudad Prohibida, y contaba con una plantilla en torno a 70 u 80 trabajadores.
Su misión consistía en surtir a la Shenjiying, una de las tres divisiones militares de élite cuya característica principal era que sus miembros iban equipados con armas de fuego y de ahí la importancia de Wanggongchang.
La explosión tuvo lugar en la mañana del 30 de mayo de 1626 muy cerca de la fábrica de pólvora Wanggongchang y los relatos de la época afirman que el sonido de la explosión se escuchó a 150 km del lugar de la explosión y que los escombros volaron en un radio de 30 km.
Según los informes, las víctimas fueron despojadas de sus ropas por la fuerza de la explosión, el incidente también resultó en daños por incendio.
No se sabe cuál fue la causa de que la fábrica volase por los aires, dado que las fuentes de la época registran una típica combinación de factores físicos y supersticiosos, centrándose en la posibilidad de algún fenómeno natural: el paso de un tornado, el temblor de un terremoto o la posible caída de un meteorito.
El primero se ha propuesto por la estación -finales de primavera, principios de verano- y el anecdótico detalle de que un león de piedra de ceca de tres toneladas salió lanzado por encima de la muralla de la ciudad.
Sin embargo, las paredes cercanas a esa estatua quedaron incólumes y los tornados suelen afectar sólo al área por donde pasan, o sea, en un radio no superior a cien metros.
Un seísmo podría ser más plausible, ya que hay documentados más de un centenar durante la dinastía Ming en el entorno de Pekín aunque eso no explicaría por qué algunos edificios resistieron en el epicentro como son los templos Zhenru y Cheng’en.
Tampoco la formación de una nube en forma de hongo, ni los objetos que salieron volando a kilómetros de distancia, ni que las víctimas perdieran sus ropas por una onda de choque.
La teoría del meteorito, que se basa en una deducción de testimonios que hablaban de un gran «destello de luz» y una «enorme roca volando por el cielo», podría ser más plausible, ya que, si bien suelen explotar en el aire, algunos llegan a estrellarse en tierra.
Si fue así, se trataría del mayor impacto astronómico registrado en período histórico, superando la lluvia de meteoritos ocurrida en Qingyang en 1490, que también produjo miles de víctimas e incluso consta que se vieron nubes alargadas de colores que sugerirían estelas y se escuchó un retumbar lejano antes de la deflagración.
El problema es que no se hallaron fragmentos, o sea, el cráter del evento no concordaba y las descripciones de la nube formada por lo que el meteorito habría estallado bastante antes de tocar el suelo.
Existe una considerable confusión entre los efectos de un fenómeno de ese tipo y los de la explosión que habría provocado en Wanggongchang, que guardaba colosales cantidades de pólvora.
Un manejo inadecuado de ese material, una conservación defectuosa o un sabotaje (se ha apuntado a posibles agentes enviados por Nurhaci, señor del kanato manchú Jin, cuya rebelión estaba combatiendo el general Yuan Chonghuan), pudieron provocar la ignición.
Pero también eso presenta dudas, ya que no se han encontrado rastros de quemaduras ni en la zona cero ni en los cadáveres que habían perdido su ropa (lo que sugiere que eso se debió más bien a la onda de choque).
Por otra parte, las dimensiones del siniestro llevan a pensar que haría falta una potencia como la de la bomba de Hiroshima para provocarlo por lo que en Wanggongchang no había pólvora suficiente para ello.
El radio del estallido fue de 750 metros, arrasando por completo un área de 2,25 kilómetros cuadrados y hundiendo el suelo del epicentro 3,58 metros y los árboles fueron arrancados de cuajo y arrastrados hasta el otro extremo de la ciudad.
La explosión provocó la muerte de unas 20.000 personas y el emperador del momento, Tiangi, fue criticado por muchos que sintieron que la explosión fue un castigo celestial y el príncipe heredero Xianchong, de un año, murió en la explosión.