El misterioso asesinato de Karen Navarra

El misterioso asesinato de Karen Navarra

El misterioso asesinato de Karen Navarra

El 14 de septiembre de 2018 la policía la encontró sentada frente a su mesa y la habían golpeado tan brutalmente la cabeza que era difícil entender los rasgos de su cara.

Dos gruesos cortes en su cuello y el cuchillo de cocina Flint que yacía junto a su mano derecha parecían la puesta en escena de un suicidio hecha por un homicida pero al no haber salpicaduras de sangre indicaba que Navarra había sido degollada después de muerta.

En el dormitorio y en la cocina alguien había sacado todos los cajones de los muebles; sin embargo, los contenidos permanecían acomodados, y luego se comprobó que el asesino no entró a la casa para robar puesto que el dinero, las joyas y los electrónicos estaban intactos.

Sin señas de que alguien hubiera forzado la entrada y sin huellas, la policía preguntó por sospechosos potenciales a la madre de Karen, de 92 años. Pero ni ella, Adele, ni su marido, Tony Aiello, de 90 años, podían imaginar que alguien hubiera querido herirla ya que tenía buenos amigos, la querían, era reservada y amable.

Él había sido el último en verla con vida pues el 8 de octubre, día en que se había estimado la muerte de Karen, le había llevado pizza y biscotti caseros a la tarde ya que vivían muy cerca.

El caso sucedió en el barrio de Berryessa (San José, California)

Como la investigación no avanzaba fue cuando se orientó a métodos menos ortodoxos: ¿podría ser que el Fitbit que Navarra llevaba al morir tuviera información que permitiera elucidar el misterio?

El Fitbit que llevaba Navarra fue encontrado por la médica forense Susan Parson en su muñeca izquierda y entonces el juez Edward Lee autorizó que se extrajera la información del dispositivo.

Se supo entonces que el 8 de septiembre, desde las 3:13 de la tarde, Navarra había estado quieta pero a las 3:20 su ritmo cardíaco se aceleró mucho para luego comenzar a declinar hasta que, a las 3:28, su Fitbit marcó “una caída precipitada” y no registró ya más actividad de su corazón.

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La policía contrastó esa información con la grabación de una cámara sita en el videoportero Ring que tenía uno de los vecinos de Navarra, que apuntaba hacia la casa de la mujer.

Así ajustó la cronología del día del asesinato y comprobó que entre las 3:12 y las 3:33 un automóvil de color gris había estado detenido en la puerta de la casa de la víctima y cuando la cámara del timbre volvió a activarse, a las 3:35, el vehículo ya no estaba.

Anthony Aiello durante el juicio

A los 90 años, Aiello manejaba todavía con garbo su Toyota Corolla, un automóvil compacto, color gris y curiosamente en ese auto le había llevado a Navarra pizza y biscotti caseros.

Los policías se sintieron confundidos por un momento pues habían hablado con el anciano sin considerarlo un posible sospechoso del asesinato ya que en más de una ocasión habían escuchado hablar sobre su hijastra como “un ángel” y preguntar más de una vez “¿Por qué alguien haría algo así?”.

El 25 de septiembre volvieron a llamarlo citándolo en el domicilio de Karen Navarra pues “Cuando detuvo el automóvil, una nube de policías armados salieron de varios automóviles de civil y un vecino, que estaba mirando por la ventana, los escuchó gritar: ‘¡Suba las manos, maldita sea!’ y Tony fue detenido en la entrada de la casa de Karen”,

Durante el tiempo que su vehículo estuvo estacionado frente a la puerta, él reconoció que estuvo con ella dentro de la casa y aproximadamente en ese mismo momento, el Fitbit de ella dejó de registrar datos.

Por ello, los agentes pudieron determinar que seguramente Aiello estuviera presente cuando el Fitbit dejó de registrar datos, o cuando el corazón de ella se detuvo».

Aiello, sin embargo, lo negó.

En la estación de policía de San José, donde lo interrogaron Meeker y Mike Montonye, renunció a su derecho a permanecer callado.

—¿Sabe lo que es un Fitbit? —le preguntaron.

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—No.

—Es un reloj que cuenta los pasos y también monitorea el ritmo cardíaco.

—Qué bueno.

—Los datos de ese reloj muestran que el corazón de Karen se detuvo a las 3:28. Y usted estaba ahí en ese momento.

—Oh, no, amigos —dijo Aiello—. Ella estaba viva cuando me fui. Me acompañó hasta la puerta.

—Tony, a ver si nos entendemos. Deje de llamarme “amigo”. No somos amigos y lo estoy acusando de asesinato. Creo que usted le rompió la cabeza. Creo que le hizo cosas realmente espantosas.

—No, ella no… No, ella no… Soy un hombre amable, un hombre de familia.

—Allanamos su casa. Encontramos un cuchillo igual al que tenía Karen junto a la mano.

—En mi juventud fui carnicero, tengo cuchillos.

—También encontramos rastros de sangre en una chaqueta suya que estaba en la cesta de la ropa para lavar. Cuando la analicemos, ¿veremos que es sangre de Karen?

—No. No lo creo —insistió Aiello.

Sin embargo, era la sangre de la víctima y Aiello quedó detenido a la espera del juicio mientras que su esposa, la madre de la asesinada, no creyó en las pruebas: “Mi esposo es un encanto, no mataría una mosca pues se llevaban muy bien”.

Edward Caden, el defensor de Aiello en la instancia previa al juicio, objetó la exactitud del Fitbit pues aunque a esas alturas el ADN de la sangre en la chaqueta del sospechoso era una prueba más contundente, esperaba llegar a invalidarla dado que el allanamiento de la casa de su cliente se había hecho sobre la base de los datos del dispositivo y del Ring.

El abogado afirmó que la víctima sólo lo había usado durante dos semanas, y el gadget no se había ajustado todavía a sus señales pues la investigación muestra que es menos confiable en una mujer que en un hombre, debido al tamaño de la muñeca.

Sin embargo, los estudios que citó se basaban en modelos anteriores al que usaba Navarra, objetó a su vez la fiscalía y en esas discusiones estaban las partes cuando Aiello fue ingresado en el hospital de San José.

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En la cárcel ya no pudo controlar su diabetes con dieta por lo que necesitó insulina entonces comenzó a sentirse mal, a tener problemas respiratorios y cardíacos. Otros reclusos debían ayudarlo a vestirse, afeitarse y hacer su cama.

La defensa pidió su excarcelación alegando que había alguien que estaba escondido en la casa y comenzó a atacar a Karen cuando Tony llegó y la abrazó para saludarla.

Por eso la chaqueta de él había quedado manchada de sangre, pero era una cantidad que claramente no se correspondía con la supuesta gran violencia del ataque.

Cuando Aiello se fue, el resto del ataque tuvo lugar, hasta que la mujer murió. Pero aunque los abogados argumentaron que toda la precisión de minutos estaba basada en “un dispositivo inexacto”, no tenían pruebas materiales de su narrativa y el juez no concedió el beneficio.

En junio de 2019 Aiello ingresó en un hospital con un problema cardíaco grave donde estuvo más de cinco semanas y entonces firmó una orden de No Reanimar, para impedir que lo trataran si sufría un paro cardíaco.

Volvió a la cárcel en agosto, cuando el gran jurado decidió que ya tenían pruebas suficientes para considerarlo sospechoso y elevó su caso a juicio. A fin de mes el imputado regresó a la unidad coronaria por última vez: murió el 10 de septiembre, a un año de los hechos.

El caso contra Aiello se cerró, sin probar si había matado a Navarra o no y también quedó en un limbo la utilidad de un wearable como prueba, que es algo sobre lo que todavía hay ambivalencia en las cortes.

Adele Navarra, la madre de la víctima, acabó convencida de que un asesino impune mató a su hija y que la tecnología moderna fue la culpable de la muerte de su esposo.

Therese Lavoie, la mejor amiga de la mujer asesinada, concluyó: “Nunca sabremos qué le paso a Karen, en realidad” y “Eso me afectará por el resto de mi vida”.

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