El Manuscrito Voynich

La obra hablaría de una civilización desaparecida, cuyos integrantes eran seres de no más de un metro de altura y que dominaban la gravedad, que poseían máquinas para horadar la roca y construir grandes ciudades subterráneas que se intercomunicaban bajo tierra con el resto del planeta. En agosto de 1666, el rector de la universidad de Praga envió un libro que tenía en su poder al jesuita Athanasius Kircher, especialista en continentes desaparecidos y criptografía en general, quién intentó analizarlo y descifrarlo sin llegar a ninguna conclusión. Era un manuscrito que constaba de 235 páginas, de un tamaño de 15 x 27 cms., sin cubierta. Estaba escrito en un lenguaje irreconocible. Desde entonces, a esa obra se le ha adjudicado su creación a un sinfin de hombres de ciencias antiguos, aunque por lo extraño de su criptografía se ha llegado a mencionar incluso a civilizaciones extraterrestres como sus creadoras.

Luego de muchos análisis, algunos estudiosos atribuyeron la autoría del libro a Roger Bacon (1214-1294), un monje astrónomo, autor de diversos tratados de Alquimia y el principal pre-científico medieval. Sin embargo otros consideraron que fue escrito entre los siglos XV y XVII.

En 1912, Wilfrid M. Voynich, coleccionista de manuscritos medievales encontró el insólito objeto en el Colegio Jesuita de Mondragone -Frascati, cerca de Roma. Las ilustraciones mostraban curiosos arabescos y tubos que parecían intestinos, figuras femeninas desnudas, estrellas y constelaciones y cientos de plantas de extraño aspecto. El pergamino, la caligrafía y la historia conocida del manuscrito indicaron a Voynich que era un documento de origen medieval, y la abundancia de especímenes vegetales sugerían que podía tratarse de un herbario, un libro de texto mitad científico, mitad mágico, que describía las cualidades místicas y médicas de las plantas y su preparación. Pero esto era una simple conjetura, ya que estaba escrito en un lenguaje que Voynich no pudo identificar; aunque el texto podía ser descompuesto en “palabras”, cuyas letras eran familiares a medias, no tenían sentido. Voynich sólo supuso que la obra estaba escrita en un idioma poco conocido, en un dialecto o en un código.

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A partir de ese momento, el documento viajó hasta Estados Unidos, donde se proporcionan copias a diversos especialistas. En 1919 llegó a conocimiento del decano de la Universidad de Pensilvania William Romaine Newbold, especialista en lingüística y códigos cifrados. Trabajó con él dos años y creyó haber encontrado la clave, pero luego comunicó su pérdida. Curiosamente, a partir de 1921 el facultativo dio conferencias en las que afirmó cosas como que Bacon descubrió que la nebulosa de Andrómeda era una galaxia copia de la Vía Láctea, que conocía las leyes de la formación de embriones y la estructura celular completa. También citó frases del monje como: «He visto, en un espejo cóncavo, una estrella que semeja un caracol. Está entre el centro de Pegaso, los pechos de Andrómeda y la cabeza de Casiopea». Su obsesión lo llevó a la demencia y finalmente muerió loco en 1926.

Hasta 1944 no se supo nada de él hasta que el especialista en criptografía militar, William F. Friedman decidió estudiar el manuscrito detenidamente en un ordenador RCA 301. Desde ese año está depositado en la biblioteca de Yale con el rótulo MS 408.

LAS TEORÍAS DEL ORIGEN

El doctor Gordon Rugg, profesor de Informática en la Universidad de Keele, Inglaterra, y la doctora Joanne Hyde, desarrollaron un método para repasar problemas difíciles que han quedado sin resolver, en diversos ámbitos de la ciencia.

Para probar el método, Rugg comenzó a aplicarlo al manuscrito Voynich en su tiempo libre, pero la labor de descifrado se fue tornando cada vez más apasionante y fue absorbiendo más horas y dedicación, por parte de ambos investigadores.

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El ingeniero practicó una de las técnicas conocidas de Edward Kelley, un famoso aventurero y oscuro artista de la época isabelina, que según Rugg, puede ser el autor de manuscrito.

Para ello utilizó una cuadrícula de 40 filas y 39 columnas cuyas líneas le sirvieron de guías para dibujar las sílabas de Voynich. A continuación superpuso un cartón con cuatro ventanas cuadradas en diagonal sobre la cuadrícula, y comenzó a formar las palabras que resultaban de unir las sílabas que quedaban visibles a medida que él iba moviendo la plantilla agujereada.

La conclusión fue una serie de palabras con los mismos patrones internos que las del libro. Rugg y su equipo trabajan ahora en un programa de computadoras que detecta todos los patrones existentes en el manuscrito y los reproduce.

Si su hallazgo se confirma, significará que inventar algo que parezca un lenguaje con regularidad en los patrones no es tan difícil, y esto ya no será un argumento válido para negar el fraude.

Los primeros resultados, publicados en un artículo sobre el manuscrito en la revista británica Cryptologia, parecen indicar que el texto medieval puede ser una broma hecha a Edward Kelley, aunque esto no se puede demostrar científicamente.

SECRETOS

Según algunos estudiosos, el Manuscrito Voynich contiene secretos tan peligrosos como la naturaleza de las novas , la explosión final de las estrellas o los mecanismos de los cuásares: los objetos cósmicos más energéticos que se conocen.

Además contendría información sobre fuentes de energía mucho mayores que la bomba de hidrógeno y tan sencillas de manejar que fueron capaces de ser comprendidas por un hombre del siglo XIII.

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A principios del siglo XX un alemán de nombre Roidingercht aseguró haber recibido la clave para descifrar el libro, afirmando que es un «código secreto que utilizaban los habitantes protohistóricos del extremos sur del planeta». Roidingercht contó que «el libro habla de una civilización desaparecida, cuyos integrantes eran seres de no más de un metro de altura y que dominaban la gravedad, que poseían máquinas para horadar la roca y construir grandes ciudades subterráneas que se intercomunicaban bajo tierra con el resto del planeta». Roidingercht despareció misteriosamente.

Aunque se considere al manuscrito de Voynich como uno de los libros cifrados más extraños de la historia conocida, existe una gran cantidad de escépticos que ven en esto sólo una broma muy preparada por algún genio del medioevo, especialmente de aquellos que poseían un gran conocimiento de lenguajes ocultos. No obstante, hasta nuestros días las explicaciones resultan en vano, ya que no se ha podido descifrar la esencia de dicha obra misteriosa.

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