El «susuk», una práctica ancestral de magia negra que consiste en implantar diminutas agujas de oro bajo la piel para realzar el aura.
Los pacientes a través de un «dukun», un brujo o médium tradicional, les implanta en las partes blandas de la cara o en el pecho las conocidas popularmente como «agujas del hechizo».
El objetivo de este peculiar rito normalmente suele ser el de potenciar el atractivo personal y sus practicantes aseguran que es indoloro y no deja marcas, aunque la mayoría de hecho lo mantiene en secreto y no se lo revela ni a sus más íntimos.
El número de «agujas del hechizo» que una persona puede llegar a llevar insertadas debajo de su piel puede alcanzar el medio centenar.
El Real Colegio de Médicos de Edimburgo publicó en 2006 un estudio en el que documentaba el caso de una mujer indonesi de 69 años a la que se le detectaron, gracias a una radiografía, varias decenas de agujas de oro insertadas principalmente en la cara, pero también en el torso.
La paciente declaró entonces que conocía la existencia de las agujas y que su implantación, realizada por un brujo de su país, había sido realizada siguiendo su voluntad.
Los defensores de esta práctica aseguran que, si esta suerte de talismanes se inserta en el lugar adecuado y de la forma correcta, el poder sobrenatural de las agujas puede utilizarse también para eliminar dolores o proteger contra heridas o accidentes.
Dependiendo del fin, algunos «dukun» indonesios o malasios también insertan en la epidermis de sus pacientes fragmentos de diamantes, mercurio o incluso ingredientes de origen vegetal, como partículas de frutas, hojas o especias.
Para que el «susuk» surta efecto deben cumplirse ciertas normas, como no pasar por debajo de un tendedero durante un determinado período de tiempo o no comer carne asada.
La práctica del «susuk», enraizada en las creencias tradicionales javanesas anteriores a la llegada del Islam, está aprovechándose del actual contexto social del país para ganar popularidad, a pesar de estar considerada en muchos ámbitos como un tema tabú o, incluso, un pecado.
La religión musulmana clasifica al «susuk» como «haraam», término árabe que significa «prohibido», al igual que el consumo de alcohol o de carne de cerdo.
El Concilio Religioso Islámico de Singapur condenó en un informe esta práctica porque supone confiar en la efectividad de la magia negra y porque persigue aumentar el atractivo.
Sin embargo, a favor de la propagación del «susuk» juegan las incertidumbres políticas y económicas que ensombrecen el futuro a medio plazo, así como el retroceso del Islam más ortodoxo entre las clases urbanas acomodadas.
El avance del «susuk» queda patente en los chat de internet, donde aparece cada vez con mayor frecuencia, un indicador no estadístico pero sí representativo de su popularidad entre la población acomodada sobre todo de Indonesia, la única que tiene conexión, que aprovecha además el anonimato de la red.
Una muestra del auge es la expectación que levanta el rodaje en la vecina Malasia de un largometraje titulado «Susuk», una película de terror sobre magia negra que llegará a los cines a finales de este año.
No obstante, resulta imposible conocer a ciencia cierta el alcance de este procedimiento ligado a la brujería, debido al carácter clandestino e informal del mundo esotérico indonesio, al que critican fuertemente las grandes religiones del país.