Derrumbe de la torre de la Catedral de Valladolid
El arquitecto del siglo XVI Juan de Herrera había concebido pues para la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid la construcción de cuatro torres, dos en las esquinas de la fachada de los pies y dos más pequeñas en las esquinas de la cabecera.
Estas dos últimas nunca llegaron a construirse y de las otras dos se levantó la del oeste en el siglo XVIII y la del este en el siglo XIX pues en su alzado, según los planos, las torres constan de tres cuerpos y están rematadas en media naranja y linterna donde el tercer cuerpo debía servir como campanario.
El mes de mayo de 1841 había comenzado en Valladolid con muy mal tiempo, con lluvias torrenciales y vientos de mucha fuerza y durante todo el mes siguió más o menos la lluvia y el viento.
El día 31, segundo día de la Pascua de Pentecostés, se celebraron en la catedral los Oficios y así cuando los vallisoletanos se disponían a ir a la romería del Carmen, según la costumbre resulta que a las 12 de la mañana arreció el temporal de agua, viento y granizo y los ciudadanos tuvieron que ponerse a refugio en sus casas.
A las 3 de la tarde cesó la tormenta pero horas después, o sea, cerca de las 5 de la tarde Valladolid se vio conmocionada con un ruido terrible y las casas cercanas sintieron una gran estruendo debido entonces al derrumbe de la torre que se había venido abajo casi por completo, a partir del último cuerpo, el ochavado , donde estaban colocadas las campanas, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo, con el reloj incluido.
Parte del derrumbe cayó a plomo sobre la fábrica de la catedral, sobre la capilla del Sagrario, destrozando la bóveda, y parte cayó sobre el lado que daba a poniente, cegando momentáneamente el cauce del río Esgueva.
En su caída se llevó por delante las bóvedas, vigueteados, escaleras, balaustradas y cornisamientos donde el antiguo rollo conocido como el león de la catedral que había sido trasladado desde la plaza de Santa María al atrio de la catedral.
Tanto el historiador Matías Sangrador y Vítores como el periodista José Ortega Zapata narraron punto por punto estos acontecimientos. Ortega Zapata lo comentaba así:
(…) fue como si hubiesen disparado muchos cañones a la vez; y la ciudad y las habitaciones de las casas se vieron envueltas en densísima nube de polvo, casi impalpable, pero que asfixiaba (…)
No hubo ningún muerto y sólo dos personas resultaron dañadas: el campanero Juan Martínez y también su esposa Valeriana Pérez que tenían su vivienda en la torre en un cuarto junto al campanario.
Al campanero le dio tiempo de cobijarse en uno de los vanos del tercer cuerpo que por fortuna no cayó con el derrumbe, pero su mujer cayó junto con los elementos de la torre que la «depositaron» entonces entre los escombros en la capilla del Sacramento, protegida por una viga donde pasó 30 horas en aquella posición hasta que fue rescatada.